Buenos aires, tranquila, respira, estás en casa. Te haces pequeña, intentas huir de tu peor versión, de lo que salió mal, de las miradas de decepción, de la falsa preocupación.
Escapé de la perfección, del dinero que todo lo viste y desviste, de ese falso interés desinteresado. Me vi con ojeras de cansancio, con arrugas de preocupación, en lugar de las que me produce la risa. Los que me conocen saben: LA RISA ES POR DEFINICIÓN SALUDABLE. Me he tomado mi tiempo para asimilar. No me arrepiento de haber huido. Así me siento. Fugitiva. Huí de las mentiras, de ese dinero que todo lo viste y desviste, de que me preguntasen si estaba bien cuando se me saltaban las lágrimas y fingiesen no verlas, de que pusiesen el valor a las personas en forma de números en la cuenta corriente o todo lo que estabas dispuesta a sacrificar por ellos. Porque al final, muy pocos son los que no quieren nada a cambio, o bueno si lo quieren, te quieren a ti. A tu yo real. A tu esencia. Con imperfecciones que te hacen perfecta, o eso me han dicho alguna vez. En esta vida, con los pocos pasos que he ido dando, con mi corto despegue, compruebo que se aprende a base de golpes, de tropezar y caer, de volver a empezar. Cuando volví a casa, me topé con una de esas lenguas imprudentes que me dijo: "chica me dijeron que te leyese, que estabas muy jodida". El ser humano (bueno a este tipo de personas. ¿se las puede llamar así? se alegra del mal ajeno. Disfruta de cada caída, y si puede te ayuda a tropezar. Que lástima. Empiezo sin saber lo que quiero. Tengo muy claros ciertos objetivos y planes a medio plazo. Pero no qué quiero realmente. Qué me hace falta. Por momentos tengo la sensación que me paro, me estanco, me cuesta avanzar. El mundo gira muy deprisa. Amigas, novios, trabajos, comidas, cenas, cafés, tardes de aburrimiento, días en los que necesitas darle la vuelta al reloj y que todo vuelva a empezar. Es algo que no soporto. Acción-reacción me define. Vital, alegre y positiva. Sigo siendo yo pero con añadidos que matizan esa vitalidad, alegría y positivismo pasado. Puede que más madura, o todo lo contrario. Puede que más injusta, exigente y crítica, conmigo misma, pero sobre todo con mi entorno. Cuando conoces otras realidades, que a veces son hostias en la cara, cambias. Lo intentas deshacer. Volver a lo que antes te hacía feliz y con lo que te conformabas. Ahora eso no basta. Y nunca bastará. Por eso uno de los errores que he tenido es querer que todo volviese a ser como era antes. Volver a ser esa niña que se emocionaba cada noche de reyes o que paseaba con su abuelo por el parque y corría, escapándosele entre sus manos esa inocencia y tantos segundos que no recuperara jamás. El principio está dónde todo acaba: en ti. Creo que a todos nos hacen falta buenos aires, para sentirnos bien.
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